Las industrias tecnológicas globales afrontan un reto existencial. Con la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), que amenaza con sustituir la fuerza de trabajo humana, los gigantes como Google, Meta, Amazon o Intel despidieron a miles de trabajadores. En este contexto, la industria del high-tech israelí, que en el pasado logró resistir debacles como la crisis económica global de 2008, múltiples guerras o la pandemia del Covid-19, afronta además un reto interno añadido: la falta de financiación.

En abril de 2022, cuando las tasas de interés comenzaron a subir en los EE. UU. e Israel, y la inflación asomó en todo el mundo, las empresas tecnológicas negaron un impacto negativo en la industria. Por el contrario, demostraron confianza en sí mismas y comunicaron una previsión ambiciosa de crecimiento en la contratación, optimismo que no tardó en convertirse en una ola de despidos.

Entre mayo de 2022 y enero de 2023, las tecnológicas y centros de desarrollo de Israel despidieron a aproximadamente a 10.000 empleados, cifra que se espera alcance los 18.000 al final del verano. En sus anuncios oficiales, justifican la reducción de personal por la situación macroeconómica global, aumentos de las tasas de interés, la guerra en Ucrania y la desaceleración económica. Todo cierto, pero no es la historia completa.

La pandemia generó dos factores que desde 2022 han cambiado: la reducción de las tasas de interés a cero y el trabajo remoto. Ello alentó a los fondos de inversión a recaudar e invertir en compañías de high-tech especializadas en conectividad, lo que generó un aumento importante de contratación de trabajadores como estrategia para incrementar el valor de las empresas basado en el talento y las perspectivas.

Sin embargo, la ya mencionada inflación y las subidas de tipos cambiaron por completo las prioridades de los inversionistas; pasaron de apostar por un crecimiento subsidiado y optimista, a una situación realista. La suposición de que la economía se dirige hacia una desaceleración con menos acceso a la financiación ha obligado a las empresas a ajustar costes laborales para alcanzar el equilibrio operativo.

A diferencia de otros países, donde los despidos se han concentrado en empresas que cotizan en bolsa, en Israel el 85% de las high-tech son nuevas o se encuentran en proceso embrionario. Es decir, dependen directamente de los fondos de inversión, que han optado por reducciones de personal del perfil más popular: joven, de poca o nula experiencia laboral y una formación limitada en tecnología. Varios analistas en Israel hablan, además, del efecto contagio de la crisis del high-tech con ajustes en otros sectores de la economía en donde estas empresas habían diversificado inversiones; como el de la distribución de productos, el transporte y la construcción.

Si bien no existen datos definitivos aún, algunas empresas de colocación especializadas en el sector tecnológico señalan un incremento del tiempo de búsqueda laboral a un mínimo de tres meses. A su vez, hablan de la reconversión laboral como la tónica desde 2022 y de un creciente interés en la relocalización en el extranjero, sobre todo desde el inicio del controvertido proceso de reforma judicial.

“Sin democracia y libertad, no hay high-tech”, decían las pancartas que, en las manifestaciones de febrero y marzo, levantaban trabajadores de las tecnológicas, preocupados por las consecuencias de la reforma judicial. Algunas predicciones que apuntan a que se podría perder entre un 8% y un 25% de sus empleados por la desprotección de las inversiones extranjeras, un panorama desalentador en un sector que aglutina a un 10% de la fuerza laboral del país, unas 320.000 personas.

Con salarios que superan la media israelí en más de un 100%, los trabajadores del high-tech no habían tenido a la inflación y los altos costes de la vivienda entre sus preocupaciones hasta que se difundieron las posibles consecuencias de la reforma judicial. Fue en ese momento cuando se hicieron presentes en las manifestaciones. “Todos tienen derecho a protestar en Israel, pero creo que los trabajadores de las tecnológicas debieron ser más honestos y reemplazar democracia y libertad por: sin Inversiones no hay high-tech”, opinó un manifestante a la radio nacional de Israel.

No todo es negativo. Las empresas estables o aquellas con fuerte respaldo financiero de los sectores tradicionales, como el marketing, defensa, la banca y los seguros, se están beneficiando de una disminución de la competencia y de contrataciones a salarios más bajos. En otras palabras, los despedidos del high tech, así como los recién graduados universitarios, vuelven a apreciar la estabilidad económica y los horizontes laborales a largo plazo.

De manera similar, los unicornios y las empresas tecnológicas en crecimiento que han logrado alcanzar la rentabilidad ven cómo sus rivales más pequeños centran sus esfuerzos en cubrir el vacío financiero del valor excesivamente alto que se les otorgó en 2021 y 2022 y la actual falta de financiación. Se da por hecho que los que sobrevivan saldrán a la venta a precios realmente asequibles, situación que será aprovechada por empresas tecnológicas rentables, fondos de inversión e incluso por sus propios clientes.

En definitiva, como en el resto del mundo, en Israel los inversionistas han dejado de focalizarse en startup companies y se centrarán más en companies a secas en los próximos meses.